Mariano José de Larra dijo que «Cartagena tiene un barrio, muy cerca de la bocana, donde la marea sube, cuando la conciencia baja».
Ese barrio era el barrio del Molinete, conocido hace mucho tiempo por sus habitantes de vida ligera (y que en la actualidad ha sido rehabilitado como parque arqueológico fíjate tú). Cartagena, ciudad portuaria, veía desfilar a los marineros que llegaban a puerto hacia ese barrio con intenciones forniciosas.
Pues bien, una de las madame más afamadas de ese barrio era Caridad Norberta Pacheco Sánchez, conocida como Caridad «la Negra». Caridad regentaba uno de los burdeles más importantes de la ciudad, y era amante de algún que otro alcalde e incluso de José Maestre Pérez, ministro en dos ocasiones bajo el reinado de Alfonso XIII.
Pero fue el 25 de julio de 1936 cuando entró en la historia de Cartagena por una hazaña heroica en la defensa del patrimonio artístico.
Acababa de comenzar la Guerra Civil, y la situación estaba muy agitada en todas partes. Las posibles revueltas y antorchas portadas por manos largas llevaron a algunos valientes a lanzarse a proteger el patrimonio en todas partes de España.
En Cartagena se produjo uno de estos sucesos el 25 de julio, cuando se extendió por la ciudad la noticia de que una turba enfurecida se dirigía a la Basílica de la Caridad, que no es que fuera de la madame, es que la iglesia estaba consagrada a esa Virgen, y allí residía una escultura de la Virgen de la Caridad.
La Virgen de la Caridad (fuente: regmurcia.es).
La talla fue realizada por Giacomo Colombo (¿familia de Cristóbal?) en 1723, y es popularmente señalada como patrona de Cartagena, en detrimento de la menos viral Virgen del Rosell. Pues bien, no sabemos si Caridad la Negra sentía especial devoción por la patrona porque era tocaya, pero sí sabemos que, cuando escuchó que una multitud de aviesas intenciones se dirigía a la basílica, se echó a la calle.
Seguida por una tropa de sus señoritas de compañía, Caridad (de 57 años) marchó al templo, próximo al barrio donde regentaba su prostíbulo. Allí se encontró con José López Gallego, fundador de Izquierda Republicana en la ciudady los concejales José Martínez Nortes y Miguel Céspedes Pérez (alcalde de la ciudad por el PSOE en 1933), que también habían acudido junto con unos cuantos Guardias de Asalto para organizar a los vecinos y evitar una desgracia.
Reconstrucción de los hechos.
El improvisado tercio dispuso la defensa de la basílica cuando la muchedumbre enfurecida llegó a las inmediaciones. José López Gallego intentó disuadir a la muchedumbre reprochando su comportamiento salvaje, pero al final, hasta las narices de la situación, dicen que espetó a los atacantes: «Si tenéis huevos, subid esos escalones, pero con la pistola en la mano».
El asedio no se prolongó mucho tiempo. Un puñado de prostitutas, marginadas sociales y no precisamente el amorcito de la Iglesia, junto con unos cuantos guardias y políticos rojos, pararon los pies de la marabunta que se disponía a quemar la iglesia y a la Virgen. Tras el encontronazo, la talla se guardó en un almacén del ayuntamiento.
Años después, en 1947, Caridad depositó en Lunes Santo un ramo de rosas negras a los pies de la Virgen, algo que se convirtió en tradición años después y que hoy día se sigue realizando.
La vida de Caridad la Negra incluso inspiró una novela de José María Castillo-Navarro, que tomó como centro de su historia el prostíbulo que regentaba.
Aunque la Basílica de la Caridad se salvó, otros templos de la ciudad sufrieron asaltos, y obras de autores como Francisco Salzillo desaparecieron. La propia catedral de Santa María la Vieja sufrió daños, y más tarde también fue alcanzada por los bombardeos que sufrió la ciudad de manos de las tropas golpistas.