PEDRO Sánchez, una vez más, no ha conseguido los votos suficientes para ser investido como presidente después de que Podemos y sus asociados de Izquierda Unida optaran por abstenerse junto con los Republicanos de Izquierda de Cataluña (ERC), el partido valenciano Compromís, y el partido de la reunificación vasca EH-Bildu.
El partido socialista de Sánchez (PSOE) había rechazado la oferta final de Podemos en las negociaciones interpartidistas, que incluían a un vicepresidente y la toma de control del Ministerio de Trabajo, con Podemos a cargo de los aumentos del salario mínimo -previamente acordado en 1.200 euros un mes antes de las próximas elecciones de mayo de 2023- y la abolición de la reforma laboral del anterior gobierno de derecha.
Podemos también quería dirigir un ministerio para los derechos sociales y la igualdad, que se ocupara de cuestiones como la educación preescolar, los cuidadores y las personas a cargo, la igualdad de género y otras cuestiones financieras conexas, como las diferencias salariales entre hombres y mujeres, la licencia de maternidad y paternidad, y la Ley de la Memoria Histórica.
El partido independiente de izquierda, además, quería dirigir el Ministerio de Sanidad y Consumo con la jurisdicción para garantizar una «asistencia sanitaria gratuita real y universal», el «derecho a la eutanasia» y la prohibición de las privatizaciones en el sistema nacional de salud.
Además, el partido liderado por Pablo Iglesias quería hacerse cargo del Ministerio de Ciencia y Universidades -actualmente dirigido por el astronauta Pedro Duque- con la intención de aumentar la inversión en ciencia hasta el 2% del PIB, reducir las tasas de matrícula universitaria y aumentar la proporción de investigadores científicos por habitante en línea con la media europea.
Sánchez había ofrecido tres ministerios y una vicepresidencia, una de las cuales era la de vivienda, que Podemos estaba dispuesto a ceder a cambio del ministerio de trabajo, pero el PSOE no quiso entregarla.
Podemos, finalmente, se ofreció a renunciar a su pretensión sobre el Ministerio de Trabajo, a cambio de «políticas activas de empleo», pero esto tampoco fue aceptado.
Ambas partes terminaron diciendo que la otra estaba «no dispuesta a negociar».
Con Podemos e Izquierda Unida optando por abstenerse en la segunda vuelta -en la que Sánchez no necesitó una mayoría absoluta de votos por el «sí», sino simplemente más votos por el «sí» que por el «no»- perdió su candidatura presidencial por 31 diputados.
Además de los 123 diputados socialistas, el único representante del Partido Regional de Cantabria (PRC) optó, como en la primera vuelta del martes, por votar «sí», y los partidos de derecha Ciudadanos y el PP y Vox de extrema derecha volvieron a votar, como era de esperar, «no».
El resultado final fue de 155 `no’ a 124 `sí’, con todos los demás -67- absteniéndose.
Este escenario -un candidato presidencial del partido más votado en las elecciones que es rechazado en el debate de investidura en ambas rondas- se está convirtiendo casi en la norma en España: Mariano Rajoy, del PP, fracasó en las dos sesiones tras la votación de noviembre de 2015 y el intento de Sánchez de adelantarse a él seis meses más tarde condujo al mismo resultado para este último.
Una situación idéntica parecía garantizada por tercera vez en el otoño de 2016 y habría dado lugar a unas elecciones el día de Navidad, aunque suficientes diputados de los partidos de centro y de izquierda se ofrecieron a regañadientes a abstenerse o a votar «sí» porque España había estado casi un año sin un gobierno.
Una situación sin precedentes hasta 2016, ya que en las anteriores elecciones generales, los dos únicos contendientes reales eran el PSOE y el PP y sólo uno podía ganar – pero desde entonces, con el surgimiento de los partidos independientes Ciudadanos y Podemos, y ahora la extrema derecha Vox, cualquier resultado de las elecciones generales está casi garantizado que no será concluyente y requerirá negociaciones entre partidos con valores similares, ya sea para formar una coalición o para apoyar el gobierno de la organización más votada en una minoría.
Ahora que Sánchez ha fracasado esta vez, tendrá otra oportunidad en dos meses, o a más tardar el 23 de septiembre.
Esto, una vez más, implicará dos rondas: para aprobar la primera, necesitará una mayoría de votos a favor de los 350 diputados y, si esto falla, simplemente necesitará más votos a favor que en contra en la segunda sesión.
Si Sánchez no es investido después de una segunda vuelta en septiembre, tendrá que convocar unas nuevas elecciones generales, que se celebrarán el 10 de noviembre.
Pablo Iglesias dijo recientemente que si Sánchez optara por convocar a una segunda elección, `nunca llegaría a presidente’ porque los españoles estaban empezando a sufrir `fatiga electoral’ y querían `estabilidad’.