Empresas y autónomos deben afrontar, en el desarrollo de su actividad, gastos de compras, de alquiler, de suministros, de servicios externos, de impuestos y tasas, de personal, de servicios bancarios o extraordinarios. Las familias, por su parte, también tienen que abonar los suministros mínimos, procurar la alimentación de los miembros, hacer frente a los costes de la vivienda de alquiler o en propiedad, a los deudas y seguros, necesitan artículos personales y de entretenimiento y, de vez en cuando, también afrontan capítulos extraordinarios como los gastos médicos, la reparación o mantenimiento de vehículos, en el hogar…
Es muy habitual que, en un momento determinado y por motivos que pueden ser muy dispares, tengan problemas de liquidez, y se vean obligados a recurrir a una fuente de financiación externa que les haga más llevadera la presión económica.
Estas fuentes también pueden ser muy variadas. Una empresa, por ejemplo, puede recurrir a aportaciones de capital de sus socios, a socios capitalistas, a financiación pública, a los llamados business angels, al crowdlending, al crowdfunding o al crowdsourcing, dependiendo de su naturaleza y su sector. Una familia, con mucha probabilidad, acudirá a algún pariente que tenga una situación más desahogada, como el padre o madre jubilada que no soporta ya gastos de calado como la hipoteca, y que tiene menos gastos corrientes.
Se puede decir que el sector bancario, sin embargo, es el más recurrente. Los préstamos y las líneas de crédito están entre los productos financieros más solicitados, y no siempre se conocen las diferencias entre préstamo o crédito, ni por qué es más idóneo solicitar uno u otro. Es, precisamente, lo que nos ocupa a continuación.
Qué es el préstamo
El préstamo es una cantidad de dinero que una entidad financiera, en la mayoría de los casos, pone a disposición del cliente en el marco de una operación que lleva asociada un contrato, en el que se recoge el plazo de devolución del dinero y comisiones e intereses a pagar. La cantidad se dispone de una vez, y se aplican intereses sobre su totalidad.
La compra de un vehículo, acometer reformas o reparaciones de calado en la vivienda, invertir en el negocio o pagar los estudios de hijos e hijas a cargo, son situaciones habituales que fuerzan a pedir un préstamo.
Antes de hacerlo, te aconsejamos que te hagas preguntas sobre el estado de tus finanzas mensuales, si tienes números rojos o si tus ingresos superan tus gastos. Para seleccionar el producto que más te conviene, ayúdate de comparadores como Loando.es, que ofrece una comparativa de préstamos personales detallada para facilitar al consumidor la tarea de encontrar el mejor interés en préstamo personal.
Hay otras cuestiones que te conviene conocer:
- Tipos de préstamo. Las entidades, sean financieras o de otra índole, suelen diversificar su producto financiero en función de las futuras necesidades que va a cubrir. Así, puedes encontrar:
- Préstamos personales.
- Préstamos al consumo.
- Préstamos de estudios.
- Préstamos hipotecarios.
- Préstamos para empresas.
Según el vencimiento, por otra parte, podemos hablar de préstamos a corto, medio o largo plazo.
Qué es el crédito
Lo habitual, al hablar de crédito, es que se hable de línea de crédito. También es una forma de financiación, en la que el solicitante puede disponer de una cantidad determinada de dinero, que se puede retirar de manera parcial o total, hasta un límite. Paga intereses solo por el dinero que retira, de forma independiente a los posibles gastos por disposición.
La línea de crédito se suele solicitar a entidades financieras que evalúan el perfil del cliente, sobre todo en lo que se refiere a la capacidad de endeudamiento, y al objeto de que disponga de una cantidad límite que luego vaya a ser capaz de pagar. Se tienen en cuenta, pues, ingresos y gastos, así como el número de meses a pagar.
De todas formas, es responsabilidad del cliente conocer su capacidad de endeudamiento, controlar sus compras y, una vez que haya adquirido el producto financiero, que revise con asiduidad el estado de las cuentas para no demorarse en los pagos.
El crédito es más cotidiano de lo que podamos pensar si consideramos que la forma más fácil de acceder es mediante la tarjeta de crédito, que también tiene costes asociados a su uso, como comisiones e intereses.
Diferencias entre préstamo y crédito
Una vez nos hemos acercado a cada producto, podemos enumerar la diferencia entre el préstamo y el crédito.
Acceso al dinero. Es la diferencia de más calado. Una vez se concede el préstamo, se accede al importe de una sola vez pero, con el crédito, el cliente puede ir solicitando cantidades en función de sus necesidades.
Intereses a pagar. De una forma de acceso al importe diferente se derivan también unos intereses diferentes. En el caso del préstamo, el interés se aplica al total del capital de prestado. Con el crédito, sin embargo, se pagan intereses por el dinero del que se disponga, no por el total que la entidad financiera ha puesto a disposición del cliente. Eso sí, puede haber comisiones de apertura y mantenimiento.
Plazos de amortización. Los préstamos pueden tener un plazo de amortización mayor, de años, por lo que tienen intereses más elevados. Los créditos, aunque también pueden extenderse hasta el año, e incluso se pueden renovar, son productos pensados para el medio plazo.
Fórmulas de devolución. El préstamo se amortiza a través de cuotas mensuales hasta cubrir todo el capital, con los intereses, momento en que la operación queda concluida. El crédito, sin embargo, se puede renovar año a año para que el cliente pueda seguir accediendo a esa línea de financiación. De nuevo, pensemos en una tarjeta de crédito.
Entonces, ¿elijo una línea de crédito o un préstamo?
Línea de crédito y préstamo se parecen en que, en ambos casos, una entidad pone a disposición del cliente un capital determinado para cubrir necesidades de liquidez. Sin embargo, dadas sus diferencias, son productos adecuados para situaciones distintas.
El préstamo, por un lado, es de más utilidad cuando se va adquirir un bien de calado, con un alto precio asociado pero que conocemos con antelación (como un coche o una vivienda). El crédito, por otro lado, se puede establecer como apoyo, como colchón financiero al que recurrir de manera puntual ante gastos extraordinarios, o a los que no se puede hacer frente con los ingresos habituales.