Política

El vuelco andaluz obliga a los partidos a replantear su estrategia en 2019

Todos los análisis saltaron por los aires el domingo 2 de diciembre, tras el recuento electoral en Andalucía. Desde entonces, los laboratorios de prospección que funcionan en La Moncloa y en los cuarteles generales de los partidos políticos reconvierten a toda velocidad sus pronósticos y previsiones. Esa noche del 2 de diciembre, el PSOE entró en pánico, Podemos se sumió en el desconcierto, el PP se consideró tocado por la fortuna y saboreó por anticipado las mieles del poder mientras Ciudadanos escaló casi a la cima, pensando en por qué no aspirar al sorpasso del PP en las próximas elecciones generales. El terremoto andaluz, con la irrupción de Vox y la victoria de una derecha más fracturada que nunca, condiciona desde entonces las estrategias de los partidos para enfrentar el nuevo puzle político ante un año que se prevé convulso, trufado de citas electorales.

Los analistas ven que el PP, aun en franco retroceso, puede pintar de azul el mapa de España si suma su fuerza a las de Ciudadanos y Vox. También que, si la izquierda ha caído en Andalucía, puede caer en todas las comunidades autónomas donde ahora gobierna. Y que puede ser también desalojada del Gobierno de España. Ahí coinciden los cálculos de los socialistas y de sus adversarios.

El electorado de izquierda dio la espalda al PSOE y a Adelante Andalucía (la marca regional de Podemos). Ahora, las dos formaciones se disponen a volcarse en el centro, en el sentido más amplio, donde sitúan a buena parte del electorado progresista, al que tratarán de persuadir de que abandonen su desencanto abstencionista. Hay un argumento de peso, piensan: alzar un dique frente a la alianza de PP, Ciudadanos y Vox, cooperadores necesarios para formar mayorías de poder. El objetivo para el año tormentoso que comienza el martes es no perder el poder (el que lo ostenta) o hacerse con él si se está en la oposición. Y sin miramientos ni complejos.

Esto quedó claro desde el pasado jueves, cuando quedó constituido el Parlamento de Andalucía gracias al primer pacto efectivo entre el PP, Ciudadanos y Vox para hacerse con la mayoría de los miembros de la Mesa de la Cámara autónoma. “La sonrisa ha cambiado de bando”, dice un dirigente de PP. En la izquierda, en efecto, desde primeros del mes de diciembre se sonríe poco. El Gobierno, por ejemplo, no acepta que los proyectos puestos en marcha en sus seis meses de andadura caigan en saco roto. La trasposición de 36 directivas europeas, “que esperaban desde hacía meses e incluso años”, y el refuerzo de medidas a favor de la igualdad y seguridad de las mujeres, “más proyectos por la cohesión social en siete meses que en siete años de Rajoy”, según cálculos del propio Pedro Sánchez, constituyen parte del escaparate y son el botón de muestra de la acción de este Gobierno. ¿Insuficiente? Tiempo: el presidente del Gobierno necesita, según fuentes socialistas, algo más de tiempo para terminar de llenar el muestrario.

Ahora, desde el susto andaluz, además de exhibir medidas concretas plasmadas en el BOE, el Gobierno añadirá las alertas ante “el peligro” de que las libertades retrocedan con la eventual llegada al poder de “las derechas”. “Mi intención es agotar la legislatura”, concluyó Sánchez el pasado viernes. En su entorno aseguran que es completamente sincero. Y añaden que resultaría “suicida” una convocatoria inmediata de elecciones en plena euforia del PP y Ciudadanos y a punto de investir presidente de Andalucía al candidato popular Juan Manuel Moreno Bonilla.

El afán de mantenerse pese a todo esconde mucho de decisión estéril si solo se cuenta con 84 diputados. Incluso sumando los parlamentarios de Unidos Podemos, sin los partidos independentistas, ERC y PDeCAT, no se llega a nada. ¿Quieren elecciones estos partidos? ¿O prefieren prolongar esta legislatura con Pedro Sánchez ante la probabilidad de que tras las próximas elecciones generales cojan el timón PP y Ciudadanos con la sólida muleta de Vox? Nadie responde a esta pregunta con un monosílabo. Todo está lleno de matices.

En busca de oxígeno

El Gobierno tratará de que estos partidos apoyen los Presupuestos del Estado, una forma de dar a Sánchez el oxígeno suficiente hasta 2020. Pero no será fácil. “Nosotros hablamos de autogobierno y un nuevo Estatuto y ellos de referéndum de autodeterminación y mediadores internacionales; nosotros de autonomismo, ellos de independencia. Así es imposible cualquier entendimiento”, sostienen fuentes gubernamentales. Y añaden, poniéndose en el lugar del otro: “Con presos, huidos y con el juicio al proceso secesionista en breve es imposible que el independentismo afloje sus posiciones”. A pesar de la propia división secesionista —más duros los de Carles Puigdemont y Quim Torra, menos los de Oriol Junqueras— el quebranto emocional que supondrán en Cataluña las semanas del juicio a los líderes encarcelados, cuyo inicio está previsto para finales de enero, no propicia acuerdos con el Gobierno central, según coinciden políticos catalanes de todos los partidos.

Y eso lo sabe Sánchez. También que el independentismo tiene la imperiosa necesidad de mantener alta la moral de sus dos millones de seguidores. Hay desencuentros entre el Gobierno y los independentistas. Incluso “trampas”, según fuentes gubernamentales, entre los presidentes del Gobierno y de la Generalitat. Desde el otro lado de la trinchera, PP y Ciudadanos no lo ven así. El líder del PP, Pablo Casado, es explícito: “Sánchez es un títere de los independentistas, permite la degradación institucional, la quiebra de la Constitución y la humillación de España”. La frase la remata siempre con el grito de que se convoquen elecciones ya.

Visto lo ocurrido en Andalucía, la decisión del líder del PP de no salirse de la línea argumental de que el Gobierno ha cedido a las demandas independentistas resulta acertada, aunque no haya medidas concretas que lo avalen. El Ejecutivo ha comenzado a pagar esto con la misma moneda tras el acuerdo de PP y Ciudadanos en Andalucía con Vox. En buena parte de la sociedad andaluza, y fuera de ella, según varios estudios demoscópicos, ha tomado carta de naturaleza que Sánchez ha debilitado la idea de España y de la identidad nacional.

El Gobierno contraatacará aireando que Pablo Casado y Albert Rivera están ya vinculados con Vox, que el pacto andaluz de legislatura es el primer jalón en sus relaciones con la extrema derecha. “Los pactos de Casado y Rivera con Vox deben servir en teoría para movilizar al electorado progresista, ya que buena parte de él se ha abstenido”, sostienen fuentes socialistas. Es decir: el tiempo puede jugar a favor del Gobierno para ayudarle a hacerse con el espacio de la moderación y del centro, que Ciudadanos podría abandonar al sentirse arrastrado por el PP y Vox hacia la derecha. En esta confianza se va a mover la estrategia socialista, según distintas fuentes gubernamentales. Además, para conseguir el poder no habrá duda: los pactos con Unidos Podemos serán una realidad en Ayuntamientos y comunidades autónomas si las sumas de mayorías de gobierno lo permiten. Esta misma dinámica se mantendrá, además, ante las elecciones generales. Es más: Sánchez apelará a los partidos independentistas, a pesar de todas las discrepancias, para que decidan si prefieren que él continúe de presidente o que lo sustituya en La Moncloa Pablo Casado o, por qué no, Albert Rivera.

En el órdago, Sánchez no les ofrecerá un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Pero sí “una mirada amplia a la Constitución”, sin precisar más.

1 Comentario

  • En particular quiero hablar de la izquierda; el fracaso de la izquierda fue el progresismo. Y por favor, no hay que confundir la verdadera izquierda que es la que le interesa el bien común, con el progresismo que se construye sobre la base de crear víctimas en el imaginario colectivo y termina por enfrentar a distintos sectores de la sociedad. Además la izquierda tiene un origen genuinamente popular, mientras que el progresismo tuvo su origen en los jardines de los palacios donde la élite globalista occidental jugaba a cómo construir el mundo perfecto, según ellos, claro.
    Quiero insistir en que el defecto más grande del progresismo es que ve el mundo en términos de víctimas y ¿A quién con la mínima salud mental puede gustarle el papel de víctima? Yo, aún si fuera una víctima, que no lo soy, preferiría aceptar las limitaciones que impone la realidad como algo natural y no me quitaría la posibilidad de sentirme dueño de mi propia vida y de creer que yo soy el único responsable de mi destino, aún si tengo la mala suerte de que el mundo esté en mi contra o me llegue a hacer una mala jugada. Todos vamos a morir algún día, ese es el único hecho seguro y el más fatídico que puede existir, y sin embargo eso no impide que podamos alcanzar la felicidad y vivir en paz con nosotros mismos y esa naturaleza que funciona gracias a la muerte como un proceso de renovación, competencia y evolución constante.