Sociedad

Los ecologistas celebran una nueva marcha multitudinaria en Bruselas

La lluvia y el viento lo pusieron difícil, pero la segunda gran manifestación contra el cambio climático, convocada este domingo en Bruselas por la organización Rise for Climate, ha superado la multitudinaria marcha de comienzos de diciembre. Según cifras de la policía, unas 70.000 personas —5.000 más que entonces— han recorrido las calles de la capital belga para pedir a la clase política que cumpla con los compromisos adquiridos en París para frenar el deterioro del planeta.

La movilización partió de la Estación del Norte, donde desembocaron numerosos asistentes procedentes de todo el país, y acabó frente al Parlamento Europeo. En paralelo, un grupo formado por varios cientos de activistas se concentró en los alrededores del barrio europeo y cortó la calle donde se encuentran las principales instituciones comunitarias —sin apenas actividad por ser domingo—, en medio de gritos que reclamaban a los líderes políticos más contundencia ante las emisiones contaminantes. Casi todos ellos pusieron rumbo a la Eurocámara poco después para unirse a la marcha principal, pero la policía detuvo a 16 personas que se negaron a poner fin al bloqueo de la calle.

Bajo los paraguas, el río humano avanzó sin más incidentes. Entre las proclamas, lemas contra el uso de plásticos, el maltrato animal o la energía nuclear. «Es mi primera manifestación», explicaba una adolescente de 13 años mientras caminaba junto a su madre y una amiga de su edad. Ambas se enteraron a través de Facebook. El movimiento ecologista belga se ha nutrido de las redes sociales para ensanchar su base y ganar tracción entre los más jóvenes. La marcha de Bruselas ha sido un claro ejemplo de reunión intergeneracional. El carácter amable y pacífico de las manifestaciones y las alusiones al futuro del planeta han convertido estos actos en lugar de congregación de padres con hijos pequeños, adolescentes, adultos y mayores, todos ellos representados en una proporción bastante similar.

Manifestantes frente al Parlamento Europeo en Bruselas, este domingo.
Manifestantes frente al Parlamento Europeo en Bruselas, este domingo. DELMI ÁLVAREZ

El gran impulso ha llegado en las últimas semanas de un lugar improbable. Los institutos. El 10 de enero 3.000 estudiantes abandonaron las aulas y salieron a la calle para pedir una política climática más ambiciosa. Y la llama cundió. Al jueves siguiente eran 10.000. Y una semana después, 35.000. La huelga de estudiantes de cada jueves se ha vuelto así un hábito cuyo final todavía es desconocido en una de las capitales con mayor congestión de tráfico de Europa.

Victor Crokart, boyscout de 15 años, estuvo en la marcha del pasado jueves y ha repetido este domingo. «He venido por el mundo de mañana. Por la subida del nivel del mar», afirma. A su lado, Thomas de Kayser, de la misma edad, anticipa que las huelgas de alumnos durarán hasta que las cosas cambien. «Los problemas vienen de los adultos y no hacen lo suficiente para cambiar las cosas», lamenta.

No es muy habitual en un país de 11 millones de habitantes alcanzar cifras de participación en manifestaciones como la de este domingo, cuyo equivalente en España sería de casi 300.000 asistentes. Los inspiradores de las movilizaciones pretenden convertir el asunto en uno de los temas clave del debate electoral, con los comicios belgas y europeos en el horizonte. Ante la creciente presión en las calles, el primer ministro, Charles Michel, prometió hacer de la lucha contra el calentamiento global un tema prioritario para su Ejecutivo, pero tras la ruptura de la coalición de Gobierno hace mes y medio carece de margen de maniobra. «Hemos entendido el mensaje», zanjó tras la protesta climática de diciembre.

Por ahora solo hay palabras sobre la mesa y los líderes belgas no parecen demasiado inquietos dada la ausencia de violencia —que tantos quebraderos de cabeza causa a Emmanuel Macron en la vecina Francia con los chalecos amarillos— y lo asumible de la retórica ecologista para la mayoría de las fuerzas políticas. Sin embargo, los organizadores de las marchas insisten en que no pararán hasta que no haya gestos claros. «La humanidad afronta su mayor desafío existencial. Nuestras acciones se multiplicarán. La radicalidad es hoy una necesidad», advirtieron durante el acto.