El pasado 17 de noviembre de 2016, la española Lola Gutiérrez fue detenida en el aeropuerto de Atenas. Usando el DNI de su hijo, intentaba traer a España a un chico kurdo llamado Ayad, de 17 años, para después trasladarle a Alemania con sus familiares directos. «Cuando fuimos a hacer el checking, la chica que estaba a cargo sospechó de nosotros y pidió a Ayad que hablara más. Él y yo habíamos ensayado un poco para hacernos pasar por madre e hijo, pero acabó dando el aviso y nos detuvieron», cuenta esta activista al diario 20minutos. «Nos habrían arrestado igualmente porque había controles policiales extra. Además, la policía nos increpó mucho, pusieron muy nervioso a Ayad y fueron bastante agresivos». Dos años después, el 18 de diciembre, Lola va a ser juzgada en Grecia por su intento de ayudar a aquel menor a reunirse con su familia. Se enfrenta a un máximo de diez años de cárcel por dos delitos penales: contrabando de personas en grado de tentativa y uso de documentación indebida.
No irá a su propio juicio: le impiden entrar en Grecia Su situación se complica aún más porque el martes no podrá acudir personalmente a su juicio al tener prohibido la entrada al país hasta 2023. Está incluida en un fichero policial que la clasifica como persona peligrosa para la seguridad del Estado griego. «El sistema policial y el judicial funcionan en paralelo y sin coordinación entre ellos. Mi abogado me dijo que era peligroso ir, pero yo insistí y de hecho compré los billetes», señala Gutiérrez. «Al final la policía dejó claro a mi abogado que si piso suelo griego seré detenida y me añadirían una pena de cárcel de entre tres meses y cinco años. Por eso he decidido no ir, no me entra en la cabeza darles de nuevo el gusto de detenerme y humillarme».
La activista, que es delegada sindical en la Diputación de Barcelona, será representada este martes en el banquillo por sus compañeros de la CGT. «No ha cometido ningún delito porque en ningún caso se debe considerar un delito la solidaridad», aseguran en el sindicato, que ha convocado una manifestación para este lunes 17 de diciembre a las 18:30 en la sede de la Comisión Europea en Barcelona para pedir la «absolución de Lola y el fin de la criminalización de las personas migrantes». El camino ha sido tortuoso para Lola desde aquella detención en el aeropuerto griego. La policía separó a Lola de Ayad. Pasó tres días en el calabozo y ocho en el Centro de Internamiento de Extranjeros, a pesar de ser ciudadana europea. «En eso hay algún tipo de irregularidad», denuncia esta sindicalista que subraya el trato «brusco» de la policía. «Me quedé allí con otras mujeres a las que habían detenido por la misma razón. Nos gritaron, nos amenazaron, nos desnudaron y nos cachearon como si fuéramos traficantes de droga». Después de salir del calabozo, fue trasladada al juzgado para la causa preliminar y la jueza finalmente decretó su libertad sin fianza, pero con cargos. Lola pensó que acababa entonces su sufrimiento.
Pero no fue así. La devolvieron al calabozo. «No nos dejaron libres y la respuesta de la policía era siempre la misma: I don’t know. Y fuimos a parar a un CIE, algo de lo que enteré luego porque al entrar pensaba que era una cárcel. Mi situación era de indefensión total», recuerda Gutiérrez, que fue declarada en ese momento persona peligrosa para la seguridad del estado griego. Ahí fue cuando pidió apoyo a sus compañeros de CGT. Hablaron con el consulado. Una empleada de la embajada la buscó por las comisarías de Atenas, pero le dijeron que ya estaba en libertad. «Lo que pretendían era ocultar el caso», protesta. El 7 de diciembre, veinte días después de su detención, firmó un papel en el que figuraba que la expulsaban y no podía pisar Grecia hasta 2023. «Pude ver de una forma light cómo es una deportación», dice. «El mundo está hecho a base de migraciones» Lola llegó a España. Recuperó su vida y su trabajo. Volvió a hablar con Ayad, pero no quiso contarle su problema judicial para que no sintiese culpable. «No le quería decir nada, es un chico que se preocupa mucho». El joven consiguió pasar a Francia de manera legal y ahora está con unos familiares. De hecho, ya habla francés y está estudiando peluquería. «Pero su caso es excepcional, hay millones que se quedan fuera y en condiciones terribles en países como Turquía, Marruecos o Libia». «La política que se hace con los niños en situaciones de refugio es terrible.
Huyes de una guerra, y te encuentras en un país en el que tus derechos son vulnerados de forma constante y consciente», denuncia esta activista española. Y pone el ejemplo de Ramia, una refugiada en Inglaterra, que junto a su bebé de un año tuvo que ir a buscar a su otros hijo de cuatro y su marido a un campo de refugiados. «Eso es traumático tanto para las madres como los niños», denuncia esta activista española. «Todos hemos huido de guerras o para mejorar en un lugar aunque sea sin huir. El mundo está hecho a base de migraciones, pero el capital está muy preocupado en seguir explotando sus países de origen y que Europa no pierda sus privilegios. Por eso existe esta alarma social con los inmigrantes, esto es una construcción que algún día nos pasará factura», concluye emocionada.