“Banesto está quebrado”. Dicho ahora —25 años después de la caída de Mario Conde— suena a arqueología, a pasado conocido, asumido y rentabilizado. Pero si les decimos que la frase se escribió un año antes de que el Banco de España interviniera Banesto, esas tres palabras suenan extremadamente inquietantes…
“Banesto está quebrado”… Dicho cuando Mario Conde estaba en la cresta de la ola, entraba y salía de Zarzuela como si fuera su propia casa, le explicaba al Papa de Roma las bondades del libre mercado, disertaba sobre la Transición en Moscú junto a Alfonso Guerra, recibía el ‘honoris causa’ de la UCM en presencia de las fuerzas vivas del país, flirteaba con la posibilidad liderar la derecha y los jóvenes españoles querían ser como él.
El contexto cultural, por tanto, no podía ser menos propicio para una biografía no autorizada que desvelara que Banesto tenía un agujero contable imposible… y que Conde se había forrado mientras tanto.
Quiebra entre líneas
El libro se llamó ‘Los cómplices de Mario Conde’, de los periodistas Encarna Pérez y Miguel Ángel Nieto, y lo publicó Temas de Hoy (Planeta) en marzo de 1993, nueve meses antes de la intervención.
La frase “Banesto está quebrado”, que encabezaba uno de los capítulos, se quedó fuera por recomendación de los abogados del Grupo Planeta, que temían que les acusaran de desatar el pánico —clientes de Banesto retirando fondos— y el libro descarrilara judicialmente antes de llegar a las librerías. “No lo pusimos literalmente por precaución, fue una decisión sabia, pero en el libro lo decíamos de todas las maneras posibles… sin decirlo: en ningún momento se dice que el banco esté en quiebra, pero en todo momento se deduce que el banco está en quiebra. Básicamente era un libro sobre cómo Mario Conde había quebrado el banco”, recuerda Miguel Ángel Nieto, que rememora la peripecia 25 años después en una terraza madrileña cercana al Retiro.
No obstante, el capítulo sobre los balances de Banesto (‘Las cuentas hablan solas’) arrancaba sin muchas medias tintas:
“El profesor Álvaro Cuervo, en su libro ‘La crisis bancaria en España’, describía así una situación típica de mala gestión financiera: ‘Se realizan actividades de dudosa legalidad y ortodoxia económica; se afloran revalorizaciones inexistentes de activos o bien se obtienen beneficios contables por operaciones de compraventa con empresas controladas por el propio banco. Los créditos insolventes no se amortizan ni se provisionan, sino que se renuevan y los intereses se acumulan,haciendo operaciones de crédito ficticias; se altera la periodificación normal de intereses y gastos; se hacen operaciones de crédito con personas ficticias o testaferros para intentar salvar la cuenta de resultados’… Todas y cada una de las actuaciones descritas por el profesor Cuervo se habían reproducido en Banesto durante el cuatrienio que estuvo bajo el mandato de Mario Conde”, aseguraban Pérez y Nieto.
Todas y cada una, el combo de artimañas al completo.
“El submundo de Mario Conde dentro de Banesto era grande y opaco. Una enorme trama de negocios que ordeñaban a Banesto. Gastamos medio millón de pesetas de la época solo en el registro mercantil, solicitamos unas 1.000 escrituras diferentes, el apoderado de muchas de ellas era un físico —un tal Eugenio— del que nadie sabía nada, todo apuntaba a que era el testaferro de Conde, pero nos faltaba encontrar la prueba documental. Al final dimos con ella por casualidad: un papel que demostraba que Conde pagaba al testaferro de los cientos de empresas”, recuerda Nieto.
Los periodistas, por tanto, comenzaron a tirar del hilo de las múltiples empresas extrañas que vivían de Banesto, al tiempo que la entidad bancaria se iba deshaciendo de las empresas punteras de su Corporación Industrial para ir maquillando las cuentas. Ejemplo: el libro demostraba que Conde —a través de testaferros— había comprado una pequeña empresa de seguridad por 600 millones de pesetas… para vendérsela después a Banesto por 3.200 millones. ¿El truco? Entre la compra y la venta, la empresa de seguridad había engordado su cantera de clientes sin demasiada sutileza:empezó a dar protección a —¡ay!— las sucursales de Banesto, y a otras empresas de la Corporación Banesto, y más tarde al Real Madrid o al Ministerio de Cultura.
El libro describía, en definitiva, un caso grave de confusión: Conde parecía incapaz de diferenciar entre su fortuna personal y el dinero de los accionistas de Banesto.
En resumen, material explosivo camino a las librerías justo cuando el banquero estaba en lo más alto.
Vuelva usted mañana
Nieto y Pérez trabajaban en el diario ‘El Sol’. Tras su cierre, recibieron una indemnización que les permitió pasar dos años liberados… escarbando en Banesto. Fue puro empeño personal: trabajaron en secreto y sin descanso. Cuando la cosa estaba avanzada, vendieron el libro a la editorial Temas de Hoy. Aunque los rumores sobre la elaboración de un libro que pondría a Conde contra las cuerdas iban en aumento, la liebre no saltó hasta diciembre de 1992, cuatro meses antes de la publicación, cuando los periodistas pidieron entrevistas a Mario Conde y el resto de consejeros del banco. Nadie aceptó. “Nos pareció justo hacerlo, pero también fue una manera de cubrirnos las espaldas legalmente”, cuenta Miguel Ángel Nieto.
Temas de Hoy apostó fuerte por el libro, aunque eran conscientes de que podía descarrilar en algún momento entre el manuscrito y la llegada a las librerías. La editora Ymelda Navajo trató el asunto personalmente, solo mantenía al tanto a los abogados de Planeta, se reunía con Pérez y Nieto fuera de su oficina, en una cafetería junto a la glorieta de Rubén Darío. Cuando más tiempo tardara en saberse que Planeta iba a publicar el libro, mejor.
La editorial negoció discretamente la prepublicación en prensa de uno de los capítulos. Mario Conde era noticia permanente de portada entonces, pero ‘El País’ y ‘El Mundo’ renunciaron a la exclusiva. Visto que ningún periódico parecía dispuesto a lanzar la bomba de relojería —Banesto controlaba varios medios de comunicación y se anunciaba en el resto— la editorial tanteó a los declinantes (pero aún poderosos) semanarios. ‘Tiempo’, ‘Época’ y ‘Tribuna’ también dijeron no. ‘Cambio 16’ —en plena crisis y con retrasos en el pago de las nóminas a la plantilla— dijo sí. El artículo —basado en el capítulo ‘Las ubres de Banesto’— iría a todo trapo, portada incluida. Pero ‘Cambio 16’ lo levantó justo antes de llegar a imprenta. Según confesarían luego trabajadores de ‘Cambio 16’ a los autores del libro, ese mes cobraron puntualmente todo lo que les debía ‘Cambio 16’… con cheques frescos de Banesto. Casualidades de la vida.
No obstante, los intentos subterráneos por impedir la publicación del libro —que despachó 20.000 ejemplares— no llegaron a buen puerto. Entre otras cosas porque José Manuel Lara —fundador y gran patriarca de Planeta— resistió las presiones —llamada de teléfono de Mario Conde— con su soltura característica. Según contaron fuentes editoriales a los autores del ensayo, la conversación entre Lara y Conde transcurrió en estos términos:
Conde (ofuscado): ¿Cómo has podido publicar esto contra mí?
Lara (sobrado): Pues muy simple: enviándolo a imprenta.
Una breve conversación que sintetiza bien a los dos personajes: 1) un Conde en la cima de su poder —tan acostumbrado a hacer y deshacer que no entendía que alguien se atreviera a desafiarle—; 2) un Lara con su desparpajo castizo habitual para los negocios. Choque de trenes entre dos chicos listos.
La única reacción oficial de Banesto a la publicación de ‘Los cómplices de Mario Conde’ llegó a través de un portavoz: siete palabras para la Agencia EFE: “La crítica literaria deben hacerla los críticos”. La metafórica frase resultó ser involuntariamente profética: el Banco de España se había puesto manos a la obra. La crítica para los críticos, y la supervisión de los excesos bancarios, para los supervisores. En efecto, el libro ejerció una influencia decisiva en la inspección del Banco de España que llevó a la intervención de Banesto. Nos lo cuenta Miguel Ángel Nieto en esta entrevista:
PREGUNTA. El libro fue una operación solitaria y clandestina.
RESPUESTA. Tardamos dos años en escribirlo, en secreto, porque si se llega a saber, no lo hubiéramos podido hacer: Mario Conde estaba en Banesto, en Zeta, en Tiempo, en Antena 3, era dios. El secretismo llegó a tal punto que nos reuníamos con la directora de Temas de Hoy, Ymelda Navajo, en cafeterías. Tener el respaldo de una editorial grande fue clave para que el libro no muriera en el último minuto.
P. O sea, que el temor a que el trabajo no llegara a publicarse siempre estuvo ahí.
R. Mira, cuando todavía dudaba si hacer o no el libro, le pregunté a Arsenio Escolar —periodista y amigo— si lo consideraba un buen tema; me dijo: “No es que sea un buen tema, es que es El Tema. Eso sí, más os vale darle a Conde en la línea de flotación con un único disparo, porque si lo dejáis vivo, no volvéis a trabajar de periodistas en vuestra vida». Los nueve meses que pasaron entre la publicación y la intervención de Banesto no lo pasamos nada bien: aunque los indicios apuntaban a que algo se estaba cociendo en el Banco de España, siempre nos quedaba la duda de si habíamos cometido algún error o si Mario Conde iba a quedar impune. Fue una época álgida del periodismo de investigación en la que todos los grandes temas salían de los periodistas y acababan en la Audiencia Nacional. Me temo que ahora ocurre un poco al revés…
P. ¿El libro tuvo algo de operación de derribo calculada?
R. No fue una operación calculada en ningún sentido: nunca fuimos conscientes ni del riesgo que corríamos ni de que el libro acabaría sirviendo de índice al acta con la que el Banco de España intervino Banesto el 28 de diciembre de 1993.
El Banco de España está en el ajo
Nieto no exagera. El periodista se enteró por casualidad de que su libro se había convertido en ‘best seller’… en el Banco de España. Atentos a la absurda sucesión de azares: durante unas vacaciones familiares en Los Ancares (León), el hijo de un amigo se hizo un corte en el dedo, y todos acabaron en la única farmacia de la zona. La farmacéutica resultó ser amiga de su amigo. Entablaron conversación:
Amigo: Miguel Ángel es periodista y acaba de escribir un libro sobre Mario Conde.
Farmacéutica: ¿No se llamará ‘Los cómplices de Mario Conde’?
Miguel Ángel Nieto (asombrado): ¡Sí! ¿Lo conoces?
Farmacéutica: Sí, es que mi hermano está como loco con ese libro.
Miguel Ángel Nieto: ¿A qué se dedica tu hermano?
Farmacéutica: Es inspector del Banco de España. Les han encargado inspeccionar a Banesto y está comprobando si los datos que aparecen en el libro son ciertos.
¡Tachán!
El Banco de España ya estaba en el ajo. El Gobierno también.
P. El libro sale en plena entronización cultural de Mario Conde. Todo eran risas… hasta que llegaron ustedes y soltaron la bomba totalmente a contracorriente. ¿Cómo vivieron ese abismo entre lo que ustedes sabían y lo que pensaba gran parte de la sociedad española?
R. Con miedo.
P. ¿Miedo a qué?
R. A que cuando se publicara el libro Conde hubiera escalado tanto que ya no hubiera manera de moverlo de allí, nuestro trabajo no tuviera efecto alguno, y no volviéramos a trabajar nunca de periodistas. De todos modos, más allá del libro, la caída de Conde se inscribe en una operación mucho más amplia, de mucho más calado y que venía de mucho antes. Como todo partido político, el PSOE necesitaba un banco aliado. Todos los bancos de la época —Bilbao, Vizcaya, Santander— eran bancos amigos de la derecha, no había un banco amigo de la izquierda, que facilitara créditos bajo manga para sostener al Gobierno. El PSOE jugó un papel decisivo en el alzamiento de Mario Conde, a costa de los antiguos consejeros pata negra del banco, amigos también de la derecha. El PSOE hizo la vista gorda al pelotazo de Antibióticos —origen de la fortuna de Conde— y a la posterior compra soterrada de acciones de Banesto. Era una operación política a largo plazo… hasta que Mario Conde se pasó de frenada y el Banco de España tuvo que dejar de mirar hacia otro lado.
En parte por esto cayó en esa misma época Mariano Rubio, gobernador del Banco de España, y en parte por eso el PSOE comenzó a tener problemas para financiarse y tuvo que recurrir a la financiación ‘black’. Lo del viaje a Moscú de Mario Conde y Alfonso Guerra para hablar de la Transición en 1991 es significativo en ese sentido. Conde era muy ambicioso y tonteaba con todo el mundo. Jugaba muy bien ese tipo de bazas.
P. ¿Quería saltar a la política o solo tonteaba para influir?
R. Yo creo que en algún momento si se planteó postularse como candidato a presidente del Gobierno, pero también creo que era mucho más ambicioso que eso: al fin y al cabo, Conde no necesitaba ser presidente porque ya lo era de alguna manera. La presidencia del Gobierno es un trabajo temporal, pero ser el dueño del presidente del Gobierno es para toda la vida. Al final renuncia a postularse porque su influencia sobre Moncloa y Zarzuela es de tal magnitud que no necesita ser presidente, y además los medios de comunicación funcionaban al ritmo que él indica. El caso es que tenía un predicamento alucinante, si se llega a presentar, igual habría ganado.
Los rebotados de Banesto
Los autores de ‘Los cómplices de Mario Conde’ hablaron con 280 personas: 180 entrevistados y otras 100 personas consultadas durante la elaboración del libro.
De entre sus muchas fuentes destaca un heterogéneo grupo formado por los rebotados de Banesto; dividido a su vez en tres subgrupos: exdirectivos, ex personal variado y expolicías. «Yo los llamo a todos los juguetes rotos», afirma Nieto. Vamos por partes.
Directivos purgados: “Eran antiguos accionistas de la cúpula del banco y altos directivos de la Corporación Industrial que habían sido despedidos por negarse a liquidar las empresas… y acabaron pasándonos documentación sobre cómo Conde se había deshecho de las empresas para maquillar la contabilidad de cara al Banco de España, pero en contra de los intereses de Banesto”.
Personal variado: “Gente que había trabajado para el viejo Alfonso Escámez[que compartió brevemente la presidencia del Banesto-Central con Mario Conde tras la fusión de ambos bancos] y dijeron: ‘Llevamos toda la vida trabajando aquí, llega el nuevo y nos echa. Guardaespaldas, chóferes, empleados de las sucursales cerradas. Nos contaban cosas por despecho, como si Mario Conde les hubiera jodido la vida cuando la tenían resuelta. Nos daban pistas de las que tirar”.
Policías: “Conde tenía acceso a informaciones confidenciales del CESID, con cuyo director [Emilio Alonso Manglano] comía cada poco. Además, se rodeó de toda una estructura policial. Policías en activo que se sacaban un extra a sus órdenes, bien pasándole información, bien haciendo trabajitos concretos. Alguno de estos policías fue despedido por Conde… y empezó a cantar. Cuando uno quiere investigar algo, lo primero que debe hacer es detectar los juguetes rotos, ¿quién ha salido dañado?, ¿quién se ha quedado sin su parte del pastel? Esos cantan seguro. Mario Conde tenía un estilo muy personalista de dirigir Banesto, era expeditivo, no calculaba el riesgo de despedir a un director general, ni mucho menos lo que podía suponer echar a un chófer que le había oído hablar por teléfono decenas de veces”, cuenta Nieto.
Citas clandestinas, policías rebotados, presiones bancarias… Los periodistas se movían en un territorio ideal para la paranoia. ¿Nos estarán siguiendo? ¿Escucharan nuestras conversaciones?, se preguntaban. Nunca lo supieron, pero pasaban cosas raras. Un vecino de Miguel Ángel Nieto llamó un día a la puerta de su casa y le dijo: “Te llaman por teléfono”. En efecto, alguien preguntaba por él en el número del vecino. Poco más tarde, alguien llamó por teléfono a casa de Nieto preguntando por su vecino, y en este cruce de teléfonos estuvieron todo el fin de semana. El lunes llegó el técnico de Telefónica. Nieto le contó que estaba escribiendo un libro delicado, y aunque nunca hablaba sobre Banesto desde casa, solía oír ruidos raros al otro lado de la línea. El técnico lanzó la siguiente hipótesis: alguien había pinchado el teléfono del periodista, y al ver que nunca hablaba del libro, lo había ‘despinchado’; al hacerlo, se había liado con los cables y cruzado su número con el del vecino. Nadie dijo que el periodismo de investigación no fuera algo divertido.