El asturiano Carlos Magdalena ha recorrido el planeta ayudando a recuperar varias especies de plantas al borde de la desaparición. Su trabajo como conservador del Real Jardín Botánico de Kew le ha valido el nombre de “el Mesías de las plantas”, apelativo que da título a su libro.
picales. Me dio un poco de vértigo, pero muy temprano me di cuenta de que en casi todas aquellas familias hay un representante de plantas de casa, con lo cual la base de cultivar esa planta ya la tenía. Y ahí es donde entra la referencia de mi madre. Ellos me preguntaban ‘¿tú cómo sabes esto?’ Y yo les decía ‘yo me acuerdo de que mi madre las cultivaba así’.
¿Se encuentra cómodo con el apelativo de El Mesías?
Suena un poco a iluminado. Todo viene porque he sido capaz de recuperar algunas plantas que se daban por perdidas y un periódico español, La Nueva España, sacó un artículo con una caricatura mía que me llamaba “El Mesías de las Plantas”. Yo me lo tomé a cachondeo, me imaginaba a mi madre saliendo a la ventana como en «La vida de Brian” pidiendo a la gente que se marchara a casa (risas). Para remate, luego el mismísimo David Attenborough dijo en un documental que en España se me conocía con aquel mote, y a partir de ahí cuajó en los medios ingleses. Pero desde luego no es algo que yo me llame a mí mismo.
Además las plantas son un registro de la relación con otros seres vivos, ¿no?
Sí, como la famosa orquídea cuya forma llevo a Darwin a predecir la existencia de un insecto. Aquel caso fue una especie de grito de ultratumba contra aquellos que se oponían a la teoría de la evolución. Él dedujo que la longitud del tubo de aquella orquídea tenía una relación con la probóscide de la polilla que la polinizaba. Pero nadie encontraba el insecto. Pasaron más de cien años y todavía le seguían preguntando “¿dónde está la polilla?”, incluso le hacían caricaturas con el tema. Y en 2004, gracias a una cámara térmica colocada en un árbol a 30 metros en Madagascar, se descubrió la polilla.
¿Usted también puede intuir qué polinizador vive en un lugar solo mirando la flor?
Bueno, aunque a lo mejor no soy capaz de predecir la especie exacta, sí que soy capaz de saber qué tipo de organismo la está polinizando. Si va a ser un murciélago, si va a ser un colibrí, si va a ser una polilla, una mariposa… Precisamente viajando por isla Mauricio me enseñaron una flor que no tiene ese tubo y predije que el polinizador no era una polilla. Usando la ecuación de Darwin predije también que probablemente era algo que pasaba por la noche, porque no tenía casi ningún color, y como la garganta era bastante grande deduje que era algo bastante cabezón. Un tiempo después, cuando pusieron cámaras térmicas descubrieron que era un grillo, que vive en el suelo y que no se conocía hasta entonces por la ciencia.
Su primer gran desafío fue ‘Ramosmani Rodriguesii’, ¿cómo fue la aventura de su recuperación?
Es una planta que se descubrió en el siglo XIX, durante la expedición del capitán Cook para observar el tránsito de Venus. Está en isla Rodríguez, una isla en mitad del Pacífico. Balfour, uno de los miembros de la expedición, la descubrió y ya anotó que no era muy común. En 1980 se declaró extinguida, pero en 1981 se descubre una y la descubre un niño. El profesor les había pedido que buscaran plantas y él la encontró a tres metros de una carretera, donde nadie la habría buscado, porque todos vamos a los sitios más inaccesibles. El profesor nunca había visto esta planta, pero sospechó que por la descripción podría ser esta especie, y mandó un rama a Kew, donde se comparó con la muestra de Balfour guardada en el herbario. Se comprobó que era la misma especie y se montó un gran revuelo. La gente en la isla se dedicó a cortarla porque se le atribuían propiedades medicinales y mágicas y todos querían aun pedacito de ella. Ocurrió que la planta no para de florecer, pero lo hace en vano, porque era imposible producir semilla, ni en la naturaleza ni los ejemplares en Kew. Y esto se debía probablemente a que era el último ejemplar. Algunas especies de plantas con solo un ejemplar pueden producir millones. Y otras necesitan intercambiar polen entre dos especímenes y para eso manipulan al resto de especies para que alguien viaje con ese polen.
Incluidos los geckos.
Sí, en Mauricio, no hay abejas y otros polinizadores, pero las plantas siempre acaban ganando la partida. Si no hay abejas convertiremos a las lagartijas en polinizadores, y si no, a los grillos. Las plantas, aunque no pueden moverse, se las apañan para que otros lleven su polen de un lado a otro.
¿Cómo siguió la historia de Rodriguesii?
Pasaron 23 años y nadie fue capaz de sacar semilla. Nosotros podíamos reproducirla por esquejes, pero con eso solo obtenemos clones. Se le denominaba el «muerto viviente”, el individuo estaba vivo pero la especie estaba muerta. Y aquello me fascinó. Era una historia muy triste, así que me obsesioné un poco con el tema. Nadie lo conseguía y se creó la leyenda negra. Como florecía todos los días me puse a probar distintas cosas. Me decían que perdía mi tiempo, y de repente un día, ¡pam! me saqué un fruto. Y es curioso porque me dijeron ‘el fruto no va a tener semillas’, y cuando salieron semillas: ‘no van a germinar’. Y cuando germinaron sucedió algo muy curioso, la planta es totalmente distinta a la que teníamos: tenía las hojas alargadas y negras en vez de redondas y como de forma ovalada. Y hubo quien pensó que les estaba contando una película. Menos mal que tengo un amigo en el laboratorio de genética que comprobó que era exactamente el mismo espécimen.
“Si Darwin hubiera llegado a isla Rodríguez se habría quedado más alucinado que en las Galápagos”
¿Por qué se producía aquella diferencia?
Lo que ocurría era que en esta isla como no hay mamíferos terrestres, el principal herbívoro eran pájaros y tortugas terrestres. Y todas las plantas de esta isla, o el 80-90%, presentan este fenómeno que se llama heterofilia, en el que las plantas jóvenes tienen una morfología totalmente distinta a las adultas, porque las tortugas no escalan al árbol, de modo que cuando son pequeñas tienen estas hojas que son muy finas y que no son verdes y las tortugas no las ven. Y tienen una forma radial que provoca que cuando la tortuga muerde no alcance el centro y la planta puede seguir tirando hacia arriba. Y es un tema muy darwiniano, ¿no? Yo creo que si Darwin hubiera llegado a isla Rodríguez se habría quedado más alucinado que en las Galápagos. Porque ves cómo todas las plantas cambian a la altura de la cabeza de las tortugas. Plantas de distintas familias e incluso de distinto orden acaban teniendo el mismo tipo de hoja. Cosa que a lo mejor no pasa con sus parientes de Madagascar, por ejemplo. Eso ocurre también en Nueva Zelanda, donde las hojas cambian a unos tres metros, que es la altura de la cabeza de la moa, esta ave gigantesca.
A pesar de los escépticos, ¿la planta les dio la razón?
Claro. Tres años después las plantas fueron creciendo, de repente cambiaron su aspecto y eran iguales que la planta original. Y descubrimos que existía otro tipo de planta dentro de la especie, que es la hembra. Habíamos sacado semillas de un macho, que es algo bastante asombroso. Una vez que tienes plantas macho y hembra, todas las flores hembras producen frutos con 80 semillas y técnicamente ya puede volver a la isla.
Y volvió.
Y volvió. Entonces llegas a la isla y dices “bueno, qué bien, he solucionado un problema” y te encuentras con que en el país, en isla Mauricio, tienen trescientos mil problemas distintos con otras plantas. Es la isla de la extinción. Es el único país del mundo cuyo animal representativo es un animal extinto, el dodo, es bastante apocalíptico lo que ocurre allí.
Y bastante metafórico de lo que puede pasar en el resto del mundo, ¿no?
Sí, yo siempre lo digo, si podemos solucionar Mauricio podemos solucionar el mundo, a nivel ecológico. Es uno de los países con mayor densidad de población, donde el 98% del bosque nativo se ha destruido, tiene prácticamente todas y cada una de las especies tropicales invasoras… Y muchos pensarían que no hay nada que hacer, pero hay muchas experiencias demuestran que no es así, que se puede recuperar la población nativa.
“Si podemos solucionar Mauricio podemos solucionar el mundo”
¿Al final qué pasó con Rodriguesii?
Bueno, fui para allí, traje 20 o 30 plantas, genéticamente distintas, me traje 900 semillas, las sembré allí y ahora mismo tienen varias plantas establecidas y ya pueden plantarlas en el bosque e intentar reintroducir la especie. Ahora hay probablemente más ejemplares supervivientes de lo que jamás la ciencia haya conocido.
¿Cuántas plantas ha salvado hasta ahora?
En isla Rodríguez unas 20 o 30 más, con especies de las quedaban muy pocos ejemplares. Fui capaz de asegurar en cultivo unas 240 especies. Porque el tema de Rodriguesii fue muy difícil, pero en otros basta con cortar una rama, llegar a Inglaterra y ponerla con compost de propagación y ya la tenías.
¿Y luego las vuelve a llevar?
Se puede volver a llevar si el país quiere que la vuelvas a traer porque tiene un programa de introducción, porque tampoco puedo controlar lo que ocurre allí.
Pero en el Kew está la copia de seguridad.
Claro, y esto es realmente útil. Primero porque si alguien quiere hacer un estudio, mirar composiciones químicas, número de cromosomas o temas de filogenética, es mucho mas fácil que alguien te mande una hoja desde Kew que irte a isla Mauricio. En Kew también cultivo muchas plantas que están extinguidas en la naturaleza que a lo mejor ha traído gente hace 200 años en cultivo. Y luego descubrir especies o ayudar a descubrir la taxonomía de otras también es una forma de proteger a las plantas, en concreto una de mis especialidades son los nenúfares.
Hablando de nenúfares, hay quien los roba como si fueran obras de arte, ¿no?
Sí, hace unos años se publicó que solo existía en Kew una especie única de nenúfar que crecía en fuentes termales. No los exhibíamos por este problema, pero había tanta demanda que al final los expusimos al público hasta que de pronto un día, pum, desaparece una planta.
“Robaron un nenúfar único en los jardines de Kew y vinieron los de Scotland Yard con la lupa”
¿Fue el trabajo de un profesional?
El ladrón se coló fuera de la zona en la que estás autorizado a caminar, la arrancó del sitio, la metió en la mochila y salió de allí caminando. Después de denunciar el robo vinieron los de Scotland Yard con la lupa y encontraron el pelo de un ratón, o sea que miraron en detalle, y vieron las marcas de los dedos en el barro. Entonces la policía británica anunció en redes que habían robado el último ejemplar de la planta y se montó un pollo considerable, pero la verdad era que yo tenía 200 en el vivero.
¿Quién cometería un robo así?
Puede que fuera un aficionado que la quiere tener en su casa, alguien que tenga mucho dinero y lo haya encargado porque es un coleccionista o alguien que tenga interés en comercializarla. Esto último aún no ha sucedido pero empiezo a ver movimientos sospechosos en redes, de gente que la tiene y yo no sé cómo la tiene.
“No podemos pretender que la ciencia sepa más que cientos de millones de años de evolución con 400.000 especies de plantas”
Pero, al final, ¿de quién son las plantas?
Mi opinión es que no le pertenecen a nadie y le pertenecen a todos. El país dice que la planta es suya, pero entonces justifican que pueden ser de alguien, de modo que entonces también pueden ser de una compañía. Nosotros en Kew no nos consideramos los dueños de la planta y aunque no sea nuestra no se la damos a todo el mundo. Se mostró un debate muy intenso. Hubo quien atacó al ladrón y quien dijo que tenían que robarnos más, y nos empezaron a recordar cuando el gobierno británico robó el árbol del caucho y arruinó la economía del Brasil. O cuando robaron la cinchona, la planta indígena con la que durante muchos años se combatió la malaria, hasta que el parásito se volvió inmune y los chinos salieron con la artemisina. Esto explica por qué tenemos que proteger todas las plantas, no solo las que nos parezcan que van a ser útiles.
¿Por qué las plantas son nuestra principal fuente de remedios?
Si lo analizas es muy interesante saber cómo funciona todo este tema de las plantas y las medicinas. Ellas no se pueden mover y tienen los mismos patógenos que tenemos nosotros, como los nemátodos que las atacan. Para defenderse, debe generar un producto químico que los aniquile. Pero no puede aniquilarlos a todos, porque si ese producto también está en el néctar va a terminar matando al polinizador o al dispersador, por lo cual tiene que encontrar algo que mate al nemátodo pero no mate al pájaro o al insecto. Por eso cuando nos ponemos estas sustancias en la sangre a nosotros no nos pasa nada pero mata a los patógenos. Eso las convierte en una fuente de medicina brutal, y no podemos pretender que la ciencia sepa más que cientos de millones de años de evolución con 400.000 especies de plantas. Es un laboratorio gigantesco, muchísimas moléculas se descubren en las plantas.
Incluso nos ayudan a conocernos a nosotros mismos…
De hecho, gracias al cannabis, por ejemplo, se descubrió todo un sistema de neurología y vimos cómo actúan moléculas similares en el cerebro, es decir, descubrimos nuestro propio cerebro gracias a una planta. Es un universo alucinante e increíble y creo que no seremos capaces de llegar a nada en el futuro sin esta riqueza. A todos los niveles. Llegamos a la Luna, pero no habríamos sido capaces de regresar si no hubiera sido porque el módulo de entrada en la atmósfera llevaba una buena capa de corcho. Descubrimos América porque teníamos barcos de roble, y las velas de Colón estaban hechas de cáñamo. Está escrito en todos los renglones de nuestra historia, las plantas son fundamentales.
“La desaparición de una especie de planta es tan terrible como la destrucción del Guernica”
Finalmente, ¿cómo le explicaría a un lego el motivo por el que salva plantas que crecen en algún lugar apartado del planeta?
Todo el mundo entiende que si yo cojo el Guernica o la Gioconda y los destruyo sería un criminal. Yo soy de la opinión de que la desaparición de una especie es mucho más terrible que todo esto, porque con cada especie se van genes que solamente existen en esa especie, el genoma tiene más información que la biblioteca de Alejandría. Y cada especie tiene polinizadores y las consecuencias son imprevisibles, y sí, la naturaleza es resistente, pero es como la paradoja del avión: pierdes un tornillo y no pasa nada, quitas otro y no pasa nada, pero quitas otro y explota el avión. Es nuestro patrimonio biológico, nosotros somos parte de la naturaleza y sin embargo nos consideramos algo aparte. Volviendo a lo del Mesías, yo siempre digo que somos dioses, pero no porque hagamos milagros, sino porque tenemos una capacidad de destrucción apocalíptica. Pero también podemos hacer cosas grandiosas, hay que convencer a todos de lo importante que es que seamos responsables.