Una tras otra, Manchester, Bristol y Londres han decretado en las últimas semanas la “emergencia climática” y se han comprometido a redoblar sus esfuerzos para convertirse en ciudades “neutrales en carbono”. Espoleadas por el nuevo grupo ecologista Extinction Rebellion, con una serie encadenada de acciones que colapsaron recientemente Londres, las ciudades británicas han decidido pisar el acelerador hacia la meta de las “cero emisiones”.
El plan más ambicioso es el de Bristol, que acaba de aprobar una moción para “neutralizar” sus emisiones de carbono en el 2030, veinte años antes de los estipulado inicialmente. La medida fue impulsada por el Partido Verde y aprobada por unanimidad el 13 de noviembre.
“No podemos esperar a que la ONU o los gobiernos nacionales sigan negociando y negociando, cuando tenemos solo 12 años para actuar”, declaró la concejala Carla Denyer, artífice de la iniciativa. “Es a nivel local donde hay que dar el primer paso, con acciones ambiciosas en nuestras ciudades”.
“Tenemos que demostrar además que se puede actuar contra el cambio climático manteniendo e incluso mejorando la calidad de vida de la gente”, aseguró Denyer, que destacó la necesidad de incluir estudios de impacto climático en todos los proyectos a partir del 2019, incluida la polémica expansión del aeropuerto de Bristol.
El camino lo marcó unos días antes Manchester, con la adopción del plan bautizado como “Playing Our Full Part” (“Con nuestra plena participación”). La ciudad se ha comprometido a elaborar un presupuesto de carbono que limita el total de emisiones de gases invernadero a 15 millones de toneladas del 2018 al 2100, con el objetivo de una reducción anual del 13% y la meta de alcanzar la “neutralidad” en el 2038.
La Asamblea de Londres ha aprobado por su parte esta semana una moción instando al alcalde, el laborista Sadiq Khan, a adelantar el objetivo de “cero emiones” del 2050 al 2030. “Estamos en mitad de una emergencia climática que presenta una amenaza para nuestra salud, para nuestro planeta y para el futuro de nuestros dijos”, ha reconocido Khan, en el momento de presentar la nueva estrategia ambiental de Londres que incluye también la lucha contra la contaminación y contra los residuos (con el propósito también de convertirse en una ciudad “circular”).
Londres dio ya un paso al frente con la implantación del T-Charge (peaje de toxicidad) en octubre del 2017. El próximo año será sustituido por la así llamada ULEZ (zona de ultrabajas emisiones), en un perímetro más amplio del centro. Se estima que un millón de coches, que funcionan con diésel o gasolina, deberán pagar el equivalente a 14 euros diarios por circular dentro de la ULEZ (más los 12 euros que ya cuesta el “peaje de congestión”).
La medida ha creado polémica entre los conductores, pero el alcalde insiste en que es un primer paso necesario para avanzar hacia la “neutralidad” y hacia un aire limpio en las ciudades. Los planes de eficiencia energética, la mayor cobtribución de las centrales eólicas y de las plantas solares, la flota de autobuses de “cero emisiones” y la red urbana de “electrolineras” son otras de las iniaciativas que tiene prevsitas Londres, con un especial énfasis en seguir ampliando sus espacios verdes y promoviendo proyectos de “compensación”.
Sadiq Khan instó de paso al Gobierno central a seguir el impulso de las ciudades, reforzando los objetivos nacionales contra el cambio climático y “dando poderes reales a los gobiernos locales para poder financiar sus planes y proteger a las futuras generaciones”.
El Gobierno británico, especialmente activo en la cumbre del COP24, ha decicido presentar su candidatura para acoger la cumbre COP26 del 2020, el año que puede marcar el punto definitivo de inflexión. “Va a ser un encuentro vital y queremos ser parte del proceso para convertir esa cumbre en un éxito”, declaró la secretaria de Estado para el Cambio Climático Claire Perry. El Gobierno británico quiere de alguna manera “compensar” el Brexit demostrando su dispocisición a liderar la acción mundial en el frente medioambiental.