Sociedad

Crónica de lo que pasó en una iglesia de Madrid el 20 de noviembre

Son las 19:30 del martes 20 de noviembre. Inmediaciones de la iglesia San Francisco de Borja, uno de los santuarios españoles que en ese día celebraron misa en honor y recuerdo a Francisco Franco. Es plena capital de España. A las 13:00 horas ha tenido lugar otra en la Iglesia de Santiago, junto a la plaza de Ramales. Sí, dos actos conmemorando al dictador en pleno Madrid. Muchos entran sin tapujos por la puerta principal del templo del Barrio de Salamanca, otros, en cambio, lo hacen por la lateral de la calle Maldonado. Son pocos los que evitan las miradas y las cámaras para ser reconocidos o retratados. Pero los hay. ¿Se avergüenzan por entrar al homenaje a Franco?

Entramos. La parroquia no es pequeña y está abarrotada. En los bancos no cabe un alfiler y muchos se acomodan en los laterales y en el fondo en busca de la mejor perspectiva para seguir la eucaristía. Un millar de personas. Ancianos, jóvenes, gente de mediana edad y varios menores de edad. Todos rindiendo culto a la figura del dictador, unos pocos curiosos y reporteros, que se les cala por el nerviosismo en sus movimientos. Unos cuantos se repartían el reciento por zonas con la función de vigilar y velar para que nadie interrumpiera el acto. Sacar una simple libreta, y varios pares de ojos se dirigían al que tomaba notas del sermón del sacerdote de la iglesia. Miedo al sentirte en inferioridad ante unas personas que desprenden un odio irracional a todo aquello que no comulga con sus ideales.

En esa libreta apunto algunas de las frases y elogios del parroco al dictador durante la misa, que duró una hora. “Franco ayudó a la restauración de España con su sacrificio”, “teniendo cosas más importantes que hacer se entregó a una vida de perfecta condición cristiana”, lo catalogó de “hijo muy excelso”, de realizar una “obra insuperable”, destacó la “sonrisa imperturbable” del caudillo y lamentó que haya personas que le desprecien  con un “odio que no es de este mundo”. Por eso, pidió a sus seguidores que permanezcan “al frente”. “Sin dejar de defender lo que debemos defender, debemos defendernos como Franco querría de nosotros”, añadió.

El sacerdote también resaltó el “testamento espiritual” del Generalísimo. “La historia de Francisco Franco es la historia de su alma”, remarcó con énfasis. “Siendo insuperable su obra, me atrevería a decir que no es este el tesoro más precioso de su herencia”, concluyó, dando paso al órgano, que reprodujo el himno de España. Más allá de las palabras, los gestos y el respeto absoluto a las palabras del párraco, generan un clima extraño para alguien muy alejado de ese fervor por el dictador. Sorprende ver con ojos propios, que en 2018 una iglesia en plena capital de España esté rindiendo homenaje al último dictador en Europa.

Curas que piden a Dios que cuide el alma de Franco y que alaban la obra del dictador. Enumerando el falso legado a España, blanqueando y ensalzando una figura que pocos de los presentes en el recinto vivieron en primera persona y se quedaran con la falsa idea de un cura trasnochado.

Tengo claro que no todos los sacerdotes católicos comulgan con estas prácticas. Es muy probable que ni siquiera representen una mayoría. Sin embargo, las voces discordantes entre los religiosos se cuentan con los dedos de una mano. Una mayoría encabezada por sus jefes, calla y, por lo tanto, otorga. Mucho asco.

La pasada semana la Iglesia española actuó fuera de la ley. Desde la Conferencia Episcopal hasta no pocos de sus sacerdotes han incumplido la Ley de Memoria Histórica. ¿Por qué la Fiscalía no ha actuado de oficio en ninguno de los casos en que se ha vulnerado esta norma? ¿Por qué es tan firme con los titiriteros y tan permisiva con las sotanas?

Al terminar la misa, los asistentes se congregaron en la puerta  principal de la iglesia (recordemos: plena calle Serrano. Pleno centro de Madrid. No en un pueblo perdido en la geografía española y anclado en otra época), donde se sucedían las consignas en favor del dictador el día en el que se cumplían 43 años de su muerte. “Arriba España”, “gloria al Salvador”, “siempre presente” o “viva Hitler”, fueron algunos de los mensajes que se escucharon sin que las fuerzas del orden intervinieran. En la improvisada reunión que se ha dado a la salida del edificio se produjero, además, incidentes entre los asistentes y dos jóvenes que portaban carteles en los que se podía leer: “Fuera fascistas de nuestros barrios”.

Las chicas tuvieron que ser escoltadas por varios agentes de la Policía Nacional después de que se abalanzasen sobre ellas varias personas que les recriminaban su presencia.

Hablamos con Almudena Puyo (Málaga, 1991), actriz y autora y protagonista, entre otras cosas, de la sugerente obra de teatro ‘Killing Paquito‘, y que fue una de las dos valientes que se plantaron en la puerta de la iglesia de San Francisco de Borja, en Madrid. Posiblemente las hayas visto sosteniendo unos carteles en los que se podía leer: “Pakito muerto abono para mi huerto” y “Fascismo legal vergüenza nacional”. Ellas eran dos, los “nostálgicos” eran más de cuatro trasnochados y daban miedo.

¿Qué fue lo que os hizo salir de casa con los carteles y plantarles cara a todos esos fascistas vosotras solas?

Fundamentalmente el hecho de que se homenajee con total impunidad a un dictador genocida y que no pase nada, que esté amparado por el Estado. La vergüenza y la impotencia que supone el ensalzar la figura de ese miserable cuando 43 años después de su muerte aún están todas las heridas, no solo sin cerrar, sino sangrando. Es evidente que ya no vale con tuitear desde casa, o ir a una manifestación y a las dos horas volver al sofá. Hay que salir a la calle. Y luchar ahí. Nosotras somos de Acampada Feminista Sol, estuvimos 80 días acampadas en la plaza este verano. Y pese a la casi nula visibilidad sabemos que esa acción, esa acampada, fue efectiva. Por eso ahora no podíamos quedarnos en casa esperando que pasara el 20N sin hacer nada, mientras fascistas y fanáticos de un asesino tenían su día de gloria sin ningún problema.

¿Tuvisteis miedo?

Mucho. Éramos muy conscientes de lo que podría conllevar hacer eso. Era entrar en la boca del lobo. Sabíamos que podríamos resultar agredidas. Y de echo así fue. Pero el miedo no se limitaba a lo físico. Teníamos, y seguimos teniéndolo, a las posibles repercusiones y consecuencias laborales de vernos implicadas en una acción así. Miedo de saber del poder que siguen teniendo.Tuvimos miedo por estar solas frente a una marabunta de fascistas con el brazo en alto, que nos insultaban, agredían, cantaban el “Cara al sol”, a los que probablemente no les pasase nada. Las represalias serían para nosotras, pese a que lo único que hacíamos era estar en la calle, en silencio y sosteniendo un folio. Pero ya estamos hechas a esto. Han sido tanto los insultos, las vejaciones, las agresiones, que ahora podemos hacer de nuestro miedo un arma y vencer. Porque más nos aterra que esta situación no cambie. O que, por el contrario, vaya a más.

¿Crees que las mujeres estáis tomando la iniciativa en la lucha antifascista?

Por supuesto. Solo hay que mirar quiénes encabezan las luchas y protestas. La revolución será feminista o no será.

¿Crees que realmente es un problema grave el auge del fascismo en España o son solo cuatro trasnochados?

Sí que lo creo. La transición fue una tapadera. La mierda se metió bajo una alfombra. Y ya no cabe más basura, por lo que está saliendo. Todo ha sido silencio al respecto.

¿En redes ha surgido cierto debate de que no hay que darles eco a los actos fascistas en España, porque es una manera de darles publicidad? ¿tú qué opinas?

El problema de que no se visibilice es que no se sabe que sucede. Y son muchos. Si no se muestra entonces sí que parece que son cuatro trasnochados y no es verdad. No solo deberían enseñarse, y así conocer la gravedad del asunto, si no que debería tener consecuencias hacer apología de un dictador. Des-normalizarlo. Ilegalizarlo. Penalizarlo.

¿Qué opinión te merece la actitud de la policía en el acto después de la misma en favor de Franco?

Fueron ellos quienes evitaron que nos dieran una paliza cuando aparecieron varios secretas, levantando a mi compañera del suelo y sacándome a mí corriendo de entre la multitud. Pero es que era eso lo que tenían que hacer. Lo doloroso y triste, y muy frustrante también, fue que cuando nos apartaron estábamos rodeadas de siete policías que nos pidieron identificación y tomaron nuestros datos. A nosotras, las agredidas. Mientras los agresores estaban a unos metros cantando el “Cara al sol” tan panchos y sin ningún tipo de consecuencia. Una vez más apartaron a las víctimas sin castigar a los agresores.

Este año fuimos solo dos las que nos atrevimos a dar la cara en la misa por Franco en Madrid. Más las otras dos activistas agredidas el sábado anterior ¿Cuántas había el año pasado? ¿Y el anterior? Claramente nos han declarado una guerra psicológica, esa que consiste en meternos el miedo en el cuerpo a través de la represión. Pero claramente no les estamos dejando. Al menos nosotras, las que nos hemos negado a seguir viviendo arrodilladas, no vamos a permitirlo.