Sociedad

El inexpugnable poblado pre ibérico de Vilars d’Arbeca

La recreación mediante técnicas del siglo XXI del poblado de Vilars d’ Arberca nos transporta a un mundo íbero, sin duda, más avanzado tecnológicamente de lo que a veces podemos llegar a imaginar. Para conocerlo un poco mejor debemos dirigimos a la comarca catalana de Las Garrigas, conocida entre otros motivos por la elaboración del excelente aceite de oliva arbequina. Allí conoceremos uno de los yacimientos arqueológicos más impresionantes y sobre todo enigmáticos, de toda la protohistoria de la Península Ibérica.

En torno al año 775 a. C. en plena etapa final de la cultura prehistórica de los campos de urnas, se inicia la construcción de esta impresionante fortaleza. Con posterioridad sus habitantes al amparo de la llegada de fenicios y griegos, pronto iniciaran como el resto de los pueblos asentados en las inmediaciones del Mar Mediterráneo, un proceso conocido como iberización, para convertirse en el pueblo de los ilergetes. La fase de mayor esplendor del poblado debió ser en torno a los siglos VI-V a. C., aunque la muralla construida desde un primer momento, constituyó siempre una frontera que no dejó crecer al mismo. Por algún motivo que sigue generando grandes dudas entre los expertos, el poblado quedó totalmente abandonado en el año 300 a. C.

Es decir, el adjetivo “enigmático” colocado con anterioridad, está más que justificado en el yacimiento del poblado de Vilars d’Arbeca. A parte de las dataciones expuestas, todo lo demás genera enormes dudas: ¿Por qué de las enormes murallas? ¿Qué motivo llevó a sus fundadores a elegir dicho lugar? ¿O por qué no existe destrucción ni rastros de violencia en su abandono? Todas estas, y algunas más, son las dudas que ha generado la fortaleza durante sus más de 40 años de estudio. Concretamente desde un día del año 1974, cuando llegó a manos del Catedrático de la Universidad de Lérida, Emili Junyet, por aquel entonces trabajando en su tesis doctoral, unos restos de muralla hallados en las cercanías del pueblo de Arbeca. Aunque todavía hubo que esperar una década más, las excavaciones dieron sorpresa tras sorpresa.

Un sistema defensivo impenetrable.

Es evidente que este punto es el que más puede sorprender, a simple vista, al visitante que llegue hoy día a Vilars d’Arberca. El poblado fue erigido en una zona poco habitual respecto a los cánones de construcción del primer milenio a. C. Si la mayor parte de las poblaciones de esta época aprovechaban pequeñas elevaciones del terreno para favorecer su defensa, Vilars se construyó en el centro de una gran llanura, a lo sumo, según la arqueología existía en aquellos momentos una pequeña ondulación, producida por la sedimentación de las escorrentías de un pequeño torrente. Dicho torrente es la explicación más lógica encontrada por los estudiosos de Vilars, para el establecimiento en dicho lugar.

Las murallas fue el primer elemento que se construyó en la ciudad, ya que las casas interiores aparecieron adosadas a esta. A dicho espacio amurallado se le añadió en primer término un campo frisio, es decir, se rodeó de piedra clavadas en el suelo de forma vertical, su utilidad retrasar y entorpecer la marcha de los posibles asaltantes. Este elemento pronto será sustituido por la gran balsa de agua que rodeaba todo el poblado, esta se consiguió tras una gran labor de impermeabilización del terreno, para aprovechar las aguas freáticas existentes en la zona. Debemos destacar que la balsa no era perpetua, sino que se podía inundar cuando fuese necesario, este aspecto dota a esta fortaleza íbera de características exclusivas, y nos revela las grandes dotes para la ingeniería de los íberos ilergetes.

La muralla se fue adecuando a los cambios del terreno durante los más de 400 años que duró el poblado, se han constatado hasta cuatro niveles constructivos diferentes: (Vilars I, II, III; IV) son los elegidos por los expertos para la explicación del yacimiento. El resultado fue una especie de anillos concéntricos, donde las primeras murallas servían por un lado de cimentación de las posteriores, cada vez más altas, y por otro de contención para la balsa exterior. Destacar que la muralla final contó con 12 torres, de las cuales solo la de la entrada principal parecía tener características defensivas, al hallase en su interior un espacio abierto para su inutilización como morada de los vigías y acceso a la parte superior, el resto parecen tener un carácter más estructural.  Añadir que la muralla tenía tres puertas, solo una de ellas con acceso directo a la pasarela de entrada, todas tres de reducidas dimensiones que favorecía la defensa, al no pasar dos personas a la misma vez.

Economía de Vilars d’Arbeca.

La Plana de Lleida, donde se sitúa Vilars d’Arbeca, era hace 2.800 años y hoy uno de los lugares más fértiles del mediterráneo occidental. Los habitantes del poblado tenían a su alcance estas ricas tierras, por lo cual se pueden considerar totalmente autosuficientes.

En el campo de la agricultura destacar la producción de cereales, especialmente trigo y cebada. Un aspecto muy interesante del yacimiento es la falta de los típicos silos excavados, para el almacenamiento del producto. Los expertos lo interpretan como un signo de autosuficiencia y seguridad en la fertilidad de la tierra, pero sin descartar el almacenamiento en altura dentro de las viviendas. También consumían legumbres como las habas y las lentejas, aunque en menor proporción que los cereales.

La ganadería también fue muy destacada en Vilars d’Arbeca, como cualquier pueblo íbero con cabras y ovejas como animales más representativos. Se ha confirmado que los utilizados para carne se sacrificaban a temprana edad, mientras una cantidad menor se convertían en animales adultos, para utilizar su lana o cuero, además su leche era usada para la elaboración de productos lácteos, incluida la quesería. En cantidad menor se han localizado restos de cerdos destinados también al consumo, así como los típicos y necesarios bóvidos o equinos destinados a la ayuda en las tareas agrícolas. Como era habitual los animales convivían dentro del poblado junto a las familias, pero hoy día se estudia unos restos de estructuras hallados junto a una de las puertas de la muralla, como posibles establos.

Destacar también la metalurgia que practicaron los habitantes de Vilars. Gracias a los restos de moldes hallados en las viviendas conocemos de la producción de pequeños objetos de bronce, la gran mayoría de ellos objetos de uso personal, como fíbulas, brazaletes, o colgantes, etc. Pero más trascendencia parece ser que tuvo la producción de hierro, ya que se han hallado los restos de una herrería, curiosamente junto a una de las viviendas de mayores dimensiones. Este aspecto es interpretado, como que la familia que tenía como herencia esta producción, ostentaría el título de jefes del poblado. Otro aspecto destacable, es la temprana datación de esta herrería, ya que podemos pensar que fue construida en los primeros momentos de Vilars, nada más comenzar el siglo VIII a. C., hecho que nos lleva a pensar en que fueron pioneros en este espacio geográfico del noreste peninsular. Señalar que la mayoría de productos que surgieron del taller fueron encomendados a las tareas agrícolas, sin duda un punto contradictorio con las grandes murallas que nos quieren presentar una jefatura guerrera de gran importancia.

El comercio a media y larga distancia también estuvo presente en Vilars d’Arberca, el mar mediterráneo dista unos 80 km de este poblado, y sus habitantes debieron tener bien aprendido el camino. Los puertos que debieron tener griegos y fenicios en esta zona, fueron punto de intercambio de excedentes agrícolas de este poblado íbero, ya que se han localizado en el yacimiento ricas cerámicas griegas, tanto de figuras rojas, como de barniz negro. También están presente las ánforas fenicias, posiblemente de Aldovesta, y las púnicas en este caso con gran probabilidad de Ibiza. Otros dos productos han llamado la atención de la arqueología, los restos de animales marinos destinados al consumo. Y sobre todo la enorme cantidad de piedra proveniente de la Cantera del Mèdol. Exactamente, el lugar de donde se extrajo la piedra para la monumental Tarraco romana, había sido lugar habitual de trabajo de los habitantes de Vilars d’Arbeca, siglos antes de la llegada de la potencia mediterránea.

Sociedad y religión en Vilars d’Arbeca.

Uno de los hechos más destacables de los habitantes de Vilars, es su predisposición a compartir espacios públicos. La gran cisterna del centro de la fortaleza, construida en periodo íbero, es decir por los ilergetes, nos muestra el punto de reunión principal de los habitantes de la fortaleza, por lo que el agua estaba asegurada y de dominio público. Junto a la misma se han hallado los restos de ocho hornos, su utilidad debió ser la elaboración de alimentos, ya que en las casas apenas se han encontrado restos de pequeños hogares, destinados al calentamiento de estos y de la vivienda en el crudo invierno de la Plana de Lleida.

Otro aspecto muy a considerar es las dimensiones de las viviendas. Si cuando se construyó el primer Vilars, estas podían tener más de 50 m2, en el periodo de ocupación final no pasaban de 30 m2. Las viviendas eran destruidas y vueltas a construir para compartir el territorio, donde había dos viviendas unifamiliares, aparecían al cabo de unos años, tres. Sobre la cantidad de población que tuvo el poblado, se han realizado diversos estudios. Como es conocido los íberos pudieron practicar programas de natalidad adecuados al entorno, pero en Vilars d’Arbeca no esta tan claro este aspecto. La población al final pudo superar las 200 personas, está es una de las causas esgrimidas por los expertos para explicar el abandono del poblado.

La religión de los íberos también está presente en este yacimiento. Ya que se ha localizado los restos de un edificio público junto a la entrada principal de la puerta norte. Sus dimensiones totales eran de más de 50 m2, y no se descarta, por la estructura de sus basamentos, que su altura fuese incluso superior a la de la muralla. Estaba distribuido en tres estancias; la principal donde se efectuaría la ceremonia incluidos los sacrificios, una antesala que podía contener las ofrendas, y por último junto a la entrada una pequeña habitación con una pila en el suelo, que se especula servía para guardar los pequeños animales dispuestos para el sacrificio.

Por otro lado, resaltar que los enterramientos de Vilars d’Arbeca siguieron el patrón típico de los pueblos íberos, y más aquí en el norte, donde debemos contar con la herencia de la Cultura de Campos de Urnas. En Vilars se han recuperado debajo de los bancos corridos de las viviendas, cerca de una treintena de cuerpos de niños de escasa edad, hecho habitual de esta cultura. Pero sigue sin ser localizada la necrópolis donde se colocaron los restos incinerados de sus pobladores, los alrededores del yacimiento en la actualidad son terrenos agrícolas de titularidad privada, lo que hace más complicado la búsqueda de restos arqueológicos.